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30 años de Ley 31/1995. ¿Qué ha cambiado? ¿Responderán los cambios legislativos a lo que debe cambiar?

Cuando abordo esta página en blanco soy plenamente consciente del riesgo que se asume al opinar sobre lo ocurrido en los últimos 30 años y sobre unos, aún posibles, cambios en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y en el Real Decreto de los Servicios de Prevención. Arriesgado porque las visiones y tendencias son muchas y es como “entrar en un avispero”…sin entrar en más detalles.

No obstante, me siento en la obligación de aportar mi punto de vista, de forma breve, tras muchos años ejerciendo como prevencionista con distintas funciones y como espectador-participante de cómo aplican y han aplicado las empresas la prevención de riesgos laborales desde que se promulgó la Ley 31/95.

Hace ya muchos años, más de 30, que decidí adentrarme profesionalmente en la Prevención de Riesgos Laborales (PRL). Lo hice al leer un borrador de lo que sería a la postre la Ley 31/95…verano de 1995. Me pareció una actividad profesionalmente interesante, con una buena proyección económica y con un fin social necesario.

En la Ley 31/95, producto de la transposición de la Directiva 89/391, se nos trasladaba el qué tenía que hacer una empresa en PRL y luego llegó el RD 39/97 Reglamento de los Servicios de Prevención que nos contaba el cómo. Aquí había diferencias entre los distintos países europeos; de modo un poco reduccionista, unos países elaboraron un texto en el que se le decía a la empresa haga Vd. esto, hágalo como quiera pero hágalo” y otros países -como España- en los que el planteamiento era “haga Vd. esto y hágalo así”. Quizás si aquí nos hubieran dicho lo primero, nos hubiéramos preguntado por el cómo y no habríamos hecho mucho argumentando que no sabíamos cómo hacerlo…seguramente tampoco había clara intención de avanzar en PRL en aquel momento, a todo nivel y, a veces, tengo dudas de que se tenga la intención real transcurridos 30 años.

Han pasado 30 años, la actividad profesional ha sido intensa y apasionante, pero el fin social no ha terminado de llegar. Mucho trabajo y muchas, innumerables conversaciones, con personas de todo nivel profesional y ocupación dentro de la aplicación de la PRL, políticos, funcionarios de la Inspección de Trabajo, de la Seguridad Social, letrados públicos y privados, empresarios, sindicalistas, colegas prevencionistas, Mutuas Colaboradoras de la Seguridad Social, etc, etc. La experiencia de más de 30 años y la riqueza de los mismos, estimo que me hace tener una visión bastante completa de lo que ha pasado y quizás, no debió pasar así; además, creo que a estas alturas, uno ya puede decir muchas cosas sin miedo, como dicen, uno ya peina canas.

Pero la realidad es que, si analizamos las tasas de siniestralidad aunque sea con un trazo grueso, no han variado de modo significativo.

Somos muchos los que nos hemos dedicado a esta actividad, desde muy diversos ámbitos, y hemos peleado contra la lacra que supone en nuestro país la siniestralidad laboral; como digo en diversos foros, somos un ejército de prevencionistas que no ha conseguido cambiar mucho la situación.

Quizás una visión algo negativa, pero los números son así y nos enfrentamos en nuestro país a una forma de ver la vida poco preventiva ni planificadora. Tenemos caracteres muy latinos y somos así: grandes improvisadores pero que no nos pidan prever ni planificar, nos cuesta demasiado. Es necesario un cambio cultural que es de esperar con el paso de los años pero con una política de cambio clara, y esto no se ha hecho…y seguimos más o menos igual.

Desde que comienzo a trabajar en PRL he visto evolución, he notado que cada vez se ha ido hablando más de ello, que las Empresas tienen ya hoy la totalidad una documentación que versa sobre PRL…pero no llegamos al objetivo que no puede ser otro que el descenso de la siniestralidad.

Por lo tanto, la primera conclusión de estas líneas es evidente, no tenemos mucho que celebrar por el aniversario de los 30 años de la Ley 31/95, sino mucho que reflexionar sobre qué nos ha pasado para que tanto esfuerzo institucional, empresarial, sindical y de los profesionales que nos dedicamos a la PRL…que llega al esfuerzo y sacrificio personal…no haya dado un fruto adecuado. ¿Qué hemos hecho mal? o, ¿qué no hemos hecho?

La respuesta a estas preguntas es tan dispar como dispares somos las personas nos hemos implicado en la PRL; cada cual tendrá su visión, pero hay algo en lo que casi todos estamos de acuerdo, la Ley 31/95 nació mal y evolucionó peor. Se crea un mercado -posiblemente un término poco adecuado para el objetivo que se pretendía- desigual en términos de competencia y que cuesta sobremanera equilibrar, una intención política de aplicar la PRL, como mínimo, dudosa por lo que suponía de impactos sobre la competitividad del país (y no son palabras mías), la cultura del país en términos de prevención en general (no solamente en riesgos laborales), etc.

De ahí que una vez que me preguntaran, hace ya años, en un nutrido foro en la Facultad de Derecho de una Universidad de pretigio que cómo consideraba que estaba el “mercado de la prevención” en tres palabras escasas, contesté que “el que compra no sabe lo que compra y el que vende muchas veces tampoco…así que el resto se lo puede Vd. imaginar”. No como antes, pero en un país cuyo tejido empresarial se compone principalmente de pequeñas empresas con el foco puesto en la supervivencia, esto sigue estando medianamente vigente.

Y ahora pueden llegar unos cambios de la Ley 31/95 de Prevención de Riesgos Laborales y del RD 39/97 Reglamento de los Servicios de Prevención. Desde luego, el cambio es necesario pues la situación así lo impone.

De la lectura de estos posibles cambios, la visión que percibo de fondo es la siguiente:

  • Numerosos cambios terminológicos que responden a la adaptación a aspectos de género y diversidad.
  • Clara intención de reforzar los medios propios en prevención de riesgos laborales en las empresas.
  • Creación de nuevas figuras (internas y externas) para la ejecución y control de las actividades preventivas en las empresas.
  • Mayor relevancia de la Planificación de la Actividad Preventiva.
  • Impulso a las actividades ante riesgo psicosocial y a las de vigilancia de la salud colectiva.
  • Necesidad de adaptación de la actividad preventiva a las circunstancias personales de cada trabajador.
  • Definición más precisa de la formación en prevención de riesgos laborales que debe facilitarse a los trabajadores.
  • Profundización en los requisitos regulatorios para los Servicios de Prevención Ajenos, tanto en aspectos de acreditación como de control.
  • Resolución de alguna laguna normativa que dejaba aspectos a la interpretación.

La situación de deterioro en la salud mental y su influencia notoria en el absentismo justifica de manera sobrada el impulso a la psicosociología y a la vigilancia de la salud colectiva y el esfuerzo que se debe hacer en materia de integración de la actividad preventiva en las empresas, también parece necesario, sobre todo en empresas de reducido tamaño.

La Planificación de la Actividad Preventiva es un documento clave en la gestión PRL que he observado en claro avance durante estos años. Es más una adaptación normativa a la realidad que un necesario impulso, al menos en empresas de gran tamaño.

Por lo anterior y sin querer llegar al reduccionismo, el objetivo que se denota como principal es el impulso a los medios propios de las empresas y disminuir el protagonismo en la gestion PRL de que disponen los Servicios de Prevención Ajenos.

El tiempo dirá si esto servirá para que las empresas, especialmente pequeñas, integren la PRL de modo más intenso o si solamente conllevará la adaptación de una documentación para seguir haciendo lo mismo.

Pero en general y como hablamos muchos prevencionistas, echo en falta un pacto global para incluir la PRL en el sistema educativo más allá de actividades aisladas de algunos centros autonómicos con ciertas competencias en prevención de riesgos laborales así como el impulso a otro modo de ver las cosas en PRL, más positiva y menos cargada de tintes economicistas y amenazadores, más humana. Es necesario dar un giro importante, de calado, y tengo la impresión de que los cambios propuestos no lo son y no preveo, ojalá me equivoque, que los números en siniestralidad vayan a cambiar.

Y ahora me encuentro con la intención de que 2026 sea el año de la Seguridad y Salud en el Trabajo. ¿Para celebrar o para impulsar? Si es para lo segundo, bienvenido sea, pero hagámoslo desde un punto de vista positivo, hablemos de bienestar, no de prevenir algo negativo. Lo repito en todos los foros a los que acudo, la prevención de riesgos laborales no es triste, lo triste son las consecuencias de la no prevención.