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La OIT y el futuro del trabajo – Una Visión Personal –

La Organización Mundial del Trabajo (OIT) propició en 2.017, dentro de su seno, la creación de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo.

Ateniéndonos a funciones concretas, el objetivo de dicha Comisión es la realización de un examen a fondo del futuro del trabajo, que sirva de base analítica para cumplir con el mandato en materia de justicia social en el siglo XXI. Desde luego un ambicioso objetivo.

La fecha estimada de presentación del Informe al respecto es principios de 2.019 y la citada Comisión se ha comprometido a realizar un texto de naturaleza estratégica, política y orientado a la acción.

Según fuentes de la propia OIT, los asuntos o bloques sobre los que se está debatiendo son los siguientes:

  • El papel del trabajo para los individuos y las sociedades
  • Poner fin a la desigualdad generalizada de las mujeres en el mundo del trabajo
  • La tecnología al servicio del desarrollo social, económico y medioambiental
  • Gestionar el cambio durante cada fase de la transformación y la educación
  • Nuevos enfoque de crecimiento y desarrollo
  • La futura gobernanza del trabajo

Hasta aquí lo que pretende realizar la OIT y su objetivo.

La necesidad de definir en qué situación se encuentra el mundo del trabajo, hacia dónde debe caminar y cuáles son las medidas que habría que tomar al respecto se consideran objetivos de primera magnitud que se estiman totalmente necesarios.

Ahora bien, los efectos, si los hay, de esta llamada de atención al mundo del trabajo -y al mundo en general- es normal que quepa esperarlos a muy largo plazo.

Esta opinión se basa, sin pretender realizar un análisis profundo, en varios motivos:

  • La posible llegada de un modelo de trabajo más justo a nivel mundial se opone frontalmente a los modelos productivos, sólidamente implantados geográficamente en países subdesarrollados, de importantes empresas de los países del primer mundo.
  • Las legislaciones laborales de los países del primer mundo no tienen absolutamente nada que ver con las que, en este momento, rigen las relaciones laborales en el tercer mundo, en algunos casos hasta inexistentes. Equilibrar esto se antoja complicado y, en todo caso, a muy largo plazo.
  • La capacidad real de la OIT para tomar decisiones ejecutivas es prácticamente nula. Obviamente, se trata de un órgano mundial cuyas decisiones y/o determinaciones han de ser asumidas por los países miembros para que empiecen a tener efecto real. Y esto suele producirse con el tiempo y según qué acuerdos. No hay más que repasar los acuerdos que han sido asumidos por unos países y por otros no.
  • Los avances tecnológicos propician cambios muy rápidos en los modelos de trabajo, que pueden provocar que un análisis de la situación actual se encuentre desfasado en poco tiempo.
  • La globalización impide una actuación sobre un determinado bloque de países, dado que nos encontramos ante una economía global con influencia simultánea en todos los países del globo.
  • La economía actual, la distribución y sus modelos productivos se basan, de un modo importante, en situaciones de desigualdad social entre países.

Conforme pasa el tiempo, parece que la situación del mundo del trabajo se deteriora aún más. Siempre nos ha parecido claro que para que unos avancen otros deben retroceder, y nadie está dispuesto a perder derechos ni comodidades en favor de otros, ni países ni personas. Todo debe pasar porque las personas tengan la opción de vivir y desarrollarse en sus países de origen, pero para esto -desde el primer mundo- debemos apoyar, por nuestro propio beneficio y sin condiciones, el desarrollo en países del tercer mundo o en vías de desarrollo. Dificil, ¿verdad?

Seguro que podríamos continuar largamente por este camino y discutir mucho al respecto, pero si estas líneas hacen pensar mínimamente a una persona, habrán cumplido su objetivo.

Por algún lugar se debe empezar, pero queda mucho por andar…¿le dará tiempo a este planeta a ver una situación más justa y equilibrada en el mundo del trabajo?