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Como prevencionistas, ¿nos sorprenden algunos comportamientos sociales ante COVID-19?

Es más que posible que en estos meses, por deformación profesional, a los que nos dedicamos a la prevención de riesgos laborales se nos haya ido el pensamiento a la comparativa entre determinados comportamientos en prevención de riesgos laborales y algunos de los que se han producido, y están produciendo, en el ámbito social durante esta época de pandemia que atravesamos.

Si pensamos en la prevención de riesgos laborales, cuando la intentamos aplicar de manera real y efectiva, es fácil que se nos escape lo de la «consabida mejorable cultura preventiva». Parece que es un “clásico” en el pensamiento de muchos técnicos de prevención en su trabajo diario.

Oímos comentarios, en boca de trabajadores, mandos intermedios o directivos, como «eso no ha pasado nunca», «resulta imposible trabajar así», «eso es culpa de la empresa», «los trabajadores no hacen caso», «por una vez que no se usen los EPIS no pasa nada», «en mi puesto no hay riesgos», «eso es cosa de otro» y un largo etcétera que denotan las dificultades con las que se enfrenta un prevencionista con más frecuencia de la deseable. Incluso, cuántas veces se cumplen las normas y recomendaciones delante de terceros, pero cuando nos quedamos solos las obviamos.

Traslademos esto a algunos comportamientos que se están observando durante esta época de pandemia y veremos que no son muy distintos en su base.

Parece que el virus no va con algunas personas en función principalmente de la edad, se hace caso omiso de las normas o solamente cuando está la autoridad delante, parece que «a mí no me va a pasar nunca», «que es cosa de otros», «la culpa de todo es de los gobernantes (sean los que sean) que lo hacen muy mal», «por un rato no va a pasar nada», «que se cuiden los que tienen más posibilidades de enfermar» y otro largo etcétera.

Si lo queremos reducir, podemos decir que tenemos una visión cortoplacista, somos grandes improvisadores, poco planificadores, muy indisciplinados y con notable falta de sentido colectivo. Y resulta claro que, en una situación como ésta, debemos ser planificadores, disciplinados y actuar en conjunto…lo que no encaja muy bien con nuestra idiosincrasia.

Aunque no está relacionado con la prevención de riesgos laborales, otro aspecto de dicha idiosincrasia, que considero muy positivo, está jugando en nuestra contra; en nuestro país somos muy “sociales”, nos relacionamos mucho, nos tocamos, nos abrazamos… forma parte de nuestra cultura. Detener esto es muy difícil, lo tenemos muy interiorizado y, en este momento, dificulta la contención del virus…otro aspecto que, normalmente siendo positivo, poco ayuda ahora.

En general, parece que no nos hemos enterado de nada y, la verdad, no salimos muy bien parados como país si comparamos con nuestro entorno más cercano o incluso lejano.

Y todo ello encaja en notable medida con algunos comportamientos en prevención de riesgos laborales.

Pensemos en una empresa como si fuera un país y veremos que las diferencias entre los comportamientos derivados de la prevención de riesgos laborales y a los que estamos asistiendo ante COVID-19 no existen de manera significativa. Podemos decir que somos como somos y tampoco es esperable que nuestros gobernantes a todo nivel, salvo honrosas excepciones, lo hagan mucho mejor pues también forman parte de nuestra sociedad y salen de entre nosotros.

¿Y qué hacer? En materia de prevención de riesgos laborales ya sabemos que es necesario utilizar de modo constante estrategias de concienciación, información y formación y que los resultados cabe esperarlos a largo plazo. El ámbito de la empresa es más reducido y, por tanto, más sencillo;  además, la amenaza no se percibe como tan real.

El camino correcto de actuación siempre será la de actuar en bloque y con sensatez y, en mi opinión, estamos muy lejos de ello a todo nivel de la sociedad que compartimos y resulta que hasta los más pequeños nos están dando lecciones…

En el caso de COVID-19 hay dos diferencias claves: la amenaza la percibimos como muy real y el tiempo para concienciar es y ha sido muy escaso. Si unimos a esto nuestro latino sentido individualista y el consiguiente escaso sentido colectivo, resulta que no actuamos debidamente ni percibiendo la amenaza como real; precisaríamos mucho tiempo para concienciarnos…tiempo que no tenemos. Por no hablar de la importancia del sistema educativo en los cambios de comportamiento de las nuevas generaciones…

Seguro que no es algo totalmente propio de nuestro país, aunque posiblemente sea algo más patente. No hay más que ver, muy actualmente, las aglomeraciones en las etapas de montaña del Tour de Francia con muchas personas sin mascarilla vociferando a escasos centímetros de los ciclistas en pleno esfuerzo buscando aire…¿qué estarán respirando éstos?, o bien, muchas celebraciones tras éxitos deportivos en diversos países de nuestro entorno y en el nuestro, etc.

Volviendo al inicio y tratando de responder a la pregunta que encabeza estas líneas, como prevencionistas no han debido sorprendernos nada los numerosos comportamientos incívicos y ausentes de todo sentido común.

En nuestra actuación aplicando la prevención de riesgos laborales también vemos comportamientos incívicos –la prevención de riesgos laborales no deja de ser un acto de civismo– y sin el suficiente sentido común a todo nivel de las organizaciones. Somos así.