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¿El momento del empoderamiento de los técnicos de prevención?

Autores:

Nicolás Aniel-Quiroga, Socio de la Firma de Consultoría AQ Business Consulting

Javier Cassini Gómez de Cádiz, Director y Auditor en Prevención de Riesgos Laborales en PREVYCONTROL

Ahora que está a punto de cumplirse un año desde que comenzaron a llegar a la vieja Europa los primeros escarceos del Coronavirus y que en nuestro lenguaje se han colado algunos conceptos como pandemia, mascarilla, distanciamiento social, desescalada, confinamiento o “allegados”, es un buen momento para echar la vista atrás y analizar la figura del responsable de prevención de riesgos laborales en la empresa, pues puede tener notable, importancia en la judicialización en muchos ámbitos que se está ya produciendo derivada de la gestión de COVID-19, así como en la futura legislación que afecte a la gestión de prevención de riesgos laborales.

Por lo anterior así como por el inevitable y necesario nexo que tiene el mundo jurídico con la gestión empresarial, consideramos que estas líneas de enfoque pueden resultar de interés para los profesionales del Derecho si queremos, en el futuro, profundizar en una línea de trabajo más preventivo que reactivo.

Partiendo de que nos encontramos ante un riesgo de salud pública que afecta al mundo del trabajo y no de riesgos específicos del trabajo, si escogiéramos al azar un número determinado de Responsables de Prevención, unimos a ello nuestra experiencia profesional y preguntáramos acerca del modo en que ha cambiado su situación en los últimos 12 meses, podríamos encontrarnos con diferentes tipos de respuesta:

  • Algunos dirían que, en realidad, no ha cambiado en nada, que ellos siguen llevando a cabo sus tareas habituales (evaluación de riesgos, plan de acción preventiva, etc.) y lo único que ha habido es un incremento en la legislación aplicable en materia de prevención. Derivado de nuestra experiencia serán, sin duda, los menos pues la gestión de COVID-19 en la empresa ha recaído en gran medida en los técnicos de prevención.
  • Otros dirían que su vida ha cambiado radicalmente, que han pasado de ser un tanto invisibles o con no mucha relevancia en las organizaciones a ser preguntados por cada paso a dar en la organización de la empresa, con el fin de que no se creen problemas relacionados al acceso a las instalaciones, el teletrabajo o el riesgo de contagio.
  • Sin embargo, habrá unos pocos que hayan visto una oportunidad de empoderamiento de su figura en las organizaciones. Ojo, no de un empoderamiento basado en la ambición, sino como una oportunidad de dar un paso adelante y hacer que la organización entienda la importancia de la labor preventiva.

Y es que, pensándolo fríamente, la aparición del riesgo sanitario en las organizaciones supone “simplemente” la inclusión de una nueva variable en el ecosistema preventivo que, posiblemente, afecte en el futuro a tener previsto esta contingencia en el Plan de Prevención y las Medidas de Emergencia solamente. Sí, se trata de una variable nueva, desconocida y, en muchos casos letal, pero justo ahí es donde el papel del responsable de prevención se reivindica.

Es fácil encontrarse con evaluaciones de riesgos laborales en las que se identifican una gran variedad de riesgos, todos ellos importantes para el empresario y los trabajadores y muchos de ellos, caso de controlarse, acarrean pérdidas económicas, de recursos o, en el peor de ellos casos, humanas. Es decir, con más frecuencia de lo deseable, no hemos tenido en cuenta las consecuencias de una mejorable gestión del riesgo, no solo en lo que atañe a los riesgos laborales.

Sin embargo, nunca hasta ahora el responsable de prevención ha estado tan presente en los órganos de dirección de las empresas y ha liderado los Comités de Gestión ante COVID-19 que se han organizado en las Empresas. ¿A qué se debe este cambio de enfoque? Las causas pueden ser varias, pero a continuación de muestran algunas que exponemos en base a lo que hemos vivido profesionalmente en este tiempo:

  • El acceso a la información. Todos, empresarios y trabajadores, tenemos acceso a las terribles cifras que se han venido mostrando cada día durante el último año. Esto ha traído consigo la comprensión de que los riesgos laborales no conocen ni puestos de trabajo, ni clases sociales, ni educación. El riesgo de contagiarse en el trabajo existe y nadie en la organización está a salvo mientras la acción preventiva no se ponga por delante, como ya está ocurriendo.
  • La socialización del riesgo. Cuando, por ejemplo, un operario habla de un accidente laboral en su empresa es evidente que se siente afectado, más aún si la relación con un compañero de trabajo va más allá de lo meramente laboral. Sin embargo, cuando ese mismo operario habla de un contagio en su planta de producción se encienden todas las alarmas, ya que el problema no es exclusivo del operario infectado, sino de sus compañeros de trabajo y sus allegados.
  • El matiz económico. Recogiendo el ejemplo del operario que se describía en el punto anterior, si la empresa no ha llevado a cabo una adecuada labor preventiva, si no ha establecido las necesarias medidas de seguridad para evitar los contagios y los planes de contingencia necesarios para que, en caso de que se produzca dicho contagio, éste quede lo más aislado posible, la organización puede perder el principal de sus capitales, el humano, quedando sin los recursos necesarios para continuar con su actividad. Las repercusiones económicas que esto tendría para la propiedad, y por ende para los empleados, son incalculables. Esto, evidentemente, hace que la propiedad y los empleados enciendan todas las alarmas, colocando al responsable de prevención en el centro de la planificación empresarial.
  • El cambio en la mentalidad. Todos hemos sido espectadores de cómo la solidaridad del pueblo español ha llevado a las empresas a adaptar sus cadenas de producción, al menos momentáneamente, y arrimar el hombro para trabajar en la solución del problema. En aquellas empresas que han apostado por este enfoque (y en las que han sido espectadoras de este cambio), se ha producido un incremento de la cultura preventiva, no sabemos si para mantenerse en el tiempo o de modo coyuntural. Sus componentes se han dado cuenta de cuáles son las consecuencias de no disponer de un enfoque basado en la gestión de riesgos y han querido ser partícipes de la solución. Este ejemplo de solidaridad ha movido la montaña de la cultura preventiva, calando en una gran mayoría del capital humano.
  • El intercambio de información. Una de las armas con las que las empresas, y en particular los responsables de prevención, están luchando contra la pandemia es el rápido acceso a soluciones innovadoras que les permitan adaptar sus modelos productivos y sus organizaciones para frenar la entrada del virus en sus organizaciones. Esto ha abierto las puertas de los despachos de Dirección a los responsables de prevención, buscando con ahínco la mejor fórmula para que todos los grupos de interés, en especial empleados, empresas colaboradoras, clientes y la propia Administración, sientan que la empresa se mueve en un entorno seguro.
  • La regulación. Por último y, sin duda fundamental, la capacidad de legislar con agilidad. No es intención entrar en la valoración del contenido de lo legislado, sino poner en valor la capacidad que el Estado tiene para promover políticas que puedan ser asumidas por las empresas como requisito y guía para su trabajo. Debido a la situación que atravesamos, se han promovido en el último año más guías preventivas desde los diferentes Ministerios y Consejerías que en la historia reciente. Evidentemente, la regulación, la publicación de guías y políticas, normalizan la necesidad de tomar decisiones en materia preventiva, lo que ha, esperamos beneficie a un desarrollo exponencial, rápido y sostenido en el tiempo de la cultura de prevención de riesgos laborales.

Pues bien, analizando el modo en que se han desarrollado los acontecimientos y desde el tan manido punto de vista de que “toda crisis lleva consigo una oportunidad”, ha llegado el momento de que las empresas entiendan la importancia que sus departamentos de prevención de riesgos laborales tienen, el enorme trabajo que acarrea esta actividad cuando se lleva a cabo de forma eficaz y eficiente y las consecuencias de no disponer de una actividad preventiva adecuada.

No menos importante, es el momento de que los responsables de prevención de riesgos laborales reivindiquen su importancia en las empresas, den un paso al frente, aprovechen la oportunidad presentada, aunque haya sido para hacer frente a un problema de salud pública, y pongan encima de la mesa la importancia de gestionar desde la prevención del riesgo para “vender prevención”, como un elemento de responsabilidad social.

Por último, es probablemente el momento de reivindicar que cuando se quiere legislar con celeridad en temas como la prevención -tal y como se ha hecho en materia de salud pública en este tiempo-, se puede y se hace y que no es necesario que llegue una situación como la que estamos atravesando para que el Estado priorice determinadas acciones.

Confiemos en que todas las acciones reactivas y preventivas en materia de salud pública que estamos llevando a cabo entre todos acaben pronto con esta pandemia, pero también que hayamos aprendido algo en el camino, la gestión de prevención laborales se pueda “beneficiar” de ello y los técnicos de prevención se empoderen en las empresas.